jueves, 29 de abril de 2010

5

Hace unos días pensé en escribir una entrada...esta entrada. He percibido que hay gente que gusta de comprar la filosofía barata que vendo, lo que por otro lado, es un complejo vitamínico enriquecido para mi ego-cáncer, al que ya he hecho referencia en más de una ocasión. Desde luego este no es el texto original de dicha entrada, texto que por otro lado morirá como todas aquellas cosas que deseamos no recordar, porque la gente no me es indiferente.
A pesar de ello lucho cada día por cambiar esta situación. Imagino que todo es mucho más fácil creyendo que no puedes perturbar el sistema del que formas parte, y que compartes con el resto de seres humanos, ¿pero es realmente posible creer ciegamente en ello?
Siempre he tenido este tipo de reflexiones péndulo que viajan del sí a la negativa, del oscuro a lo invisible, pero todo cobra una nueva dimensión cuando mientras escribes sin pensar, relees las últimas palabras escritas. Es cuando te has dado cuenta de que en conjunto todo eso que tu mente ha encarcelado durante años debe tener algún sentido. Todo ha evolucionado, ya nada tiene que ver lo que empecé con lo que crece en la pantalla de mi ordenador.
No soy yo, no es ahora, no es nada...
Es fascinante redescubrir lo que estaba escondido detrás de todas esas frases hechas, discursos preelaborados y párrafos escritos por recuerdos de otras personas. Es precisamente ahora que lo que escribo se hace más y más similar a lo que soy en realidad, cuando me doy cuenta de que el que escribe o lo que se escribe anda ya lejos de lo que he sido o de lo que seré.
Deseo que no importen los demás, creo que si no me importan a mi, yo no les importaré a ellos. No puedo obviar el que los demás sufran, es como si me importara de reojo. De hecho muchas veces he cometido la insensatez de sentirme responsable. Sentirse responsable de algo así es por definición una conducta estúpida. Es como si necesitaras pensar que disparaste primero en una guerra para oponerte a ella. Solo somos responsables de nosotros mismos, pero nos encanta o me encanta si así lo elegís, pensar en que tu eres la causa de las lágrimas de aquella chica que llora en el parque, de la pesadumbre del muchacho que vivía en el primer piso y no hablaba con nadie...Nos gusta sentirnos mal con nosotros mismos por las cosas que les pasan a los demás, incluso sin conocerlos, porque así es mucho más fácil ser partícipes de esa empatía que nos han impuesto como norma moral, y porque así justificamos el hecho de tener que hacer algo por los demás. ¿Somos así? ¿Es que realmente necesitamos un motivo para echarnos un cable?
Necesito recordar que he hecho cosas de las que no me siento orgulloso, necesito tener en mi mente a todas esas personas a las que infligí algún daño, si es que realmente pudiéramos concluir que disponemos de ese poder, me hace falta llorar por esas personas que lloraron en mi presencia o en mi ausencia. Digo que no quiero, no quiero pasar por ese mal trago.
Mentirse a uno mismo es un recurso divertido para atesorar momentos de un doble cariz negativo. Por un lado decepcionarte por engañarte, o al menos intentarlo, y por otro descubrir que la verdad que tratas de ocultarte se hace dolorosa, en cierta medida porque ha de serlo para cumplir su función.
No me sois indiferentes, siento si en este sistema al que nos gusta aferrarnos soy el responsable de algo poco positivo que os haya ocurrido. No me sois indiferentes, pero fingir que los sois me aproxima a vuestra indiferencia. Os recuerdo a todos, a veces he soñado con vosotros, a veces mis ojos se perdieron mirando al vacío mientras me fustigaba por haber estado donde no tenía  que estar, muchas veces he llorado haciéndoos venir a mi memoria.
Es no saber por qué se conecta lo que sienten los demás con lo que siento yo, es esa extraña sensación que me embarga al pensar que algo que escapa a mi control, que ocurre y no puedo entender cómo.

jueves, 22 de abril de 2010

4

Ya llevaba un tiempo sin ponerme en frente de la pantalla de mi ordenador...De nuevo soy yo, supongo que los que habéis leido ya sabéis quien soy, para los que no, soy Nacho.
He estado pensando todo este tiempo en escribir esta cuarta entrada, he releido las entradas anteriores y entrecerrado los ojos en muchos momentos fingiendo que alguna sensación especial me invadía...pero no. Me han inundado las mismas sensaciones de siempre, no ha habido nada nuevo en todo esto.
Días de despedidas, días de esta es la última vez que..., días de ya nos veremos, días de no me olvides...necesitamos etiquetas de las que con frecuencia nos gusta huir. No sabemos ser sin ellas, hemos de tener una referencia eso que nos dirá quiénes somos y quiénes éramos antes. Es realmente complicado vivir sin una perspectiva, es difícil caminar a un lugar que conozco sin un camino que antes alguien recorriera hacia ese lugar.
No sonrio en este momento. Ya hace tiempo que perdí mi perspectiva, mis etiquetas volaron en un día de viento y sigo sin saber en que consiste todo este juego. Estoy atrapado en una historia que no ha crecido en estos ultimos años, no me he esforzado en engrosar mis experiencias, en mejorar mi discurso simplemente he ido haciendo fácil el relato, tanto es así, que ha perdido un poco el signifcado como cuando repites una palabra hasta la saciedad y descubres que no vale nada por sí misma sino por cómo, cuándo, dónde o a quién se la dices. Es algo que se enquista y crece como un cáncer sin una dirección ni una forma determinada.
Desde hace algún tiempo ronda ya mi cabeza la idea de cómo  redirigir todo eso que nos define. Este es el tipico pensamiento existencialista que le dices a alguien con la mirada perdida en sus ojos para impresionarle o para obtener una respuesta obvia de esas que no queremos escuchar, cuando lo que en realidad deseamos es recibir un silencio que refleje incomprensión o admiración. De cualquier modo, darle una nueva dirección a tu historia personal requiere mucho más que un planteamiento vano, supone redescubrirte desde el principio y darte cuenta de que hay demasiadas cosas de ti mismo que no te gustan. Es un buen primer paso, si señor, descubrir cosas de uno mismo o más bien dejar de ocultartelas y así dejar que los demás las compartan contigo. El problema de hacer una introspección profunda es que de reojo miras a las personas que te rodean y dejas de obviar todo eso que no te gusta de ellos.

Últimamente he descubierto muchas cosas de mi mismo que no me gustan,más bien las he recordado. Como soy humano mi primera intención ha sido buscar un responsable y me he enfadado con el mundo por esa persmisividad que en realidad enmascara un cierto grado de indiferencia. Pero por otro lado desenmascararte y reinventarte, además de no ser fácil como proceso, es renunciar a lo que convenientemente has forjado durante toda tu vida. Supongo que seguimos siendo quienes somos porque todavía no sabemos si queremos dejar de ser quien éramos. Desde luego esto es la antítesis de la resolución de cualquier planteamiento.
Tambien podría decir que he descubierto de un tiempo hasta ahora cosas de los demás que no me gustan, pero quizá tendría que hablar de todas esas personas que a medias, son reflejos de todas las cosas que no  me gustan de mi mismo.
No quiero dejar de ser quien soy, pero no se exactamente por qué.
Quizá es esta la manera de cambiar mi historia, intentar contarla...