Hace unos días pensé en escribir una entrada...esta entrada. He percibido que hay gente que gusta de comprar la filosofía barata que vendo, lo que por otro lado, es un complejo vitamínico enriquecido para mi ego-cáncer, al que ya he hecho referencia en más de una ocasión. Desde luego este no es el texto original de dicha entrada, texto que por otro lado morirá como todas aquellas cosas que deseamos no recordar, porque la gente no me es indiferente.
A pesar de ello lucho cada día por cambiar esta situación. Imagino que todo es mucho más fácil creyendo que no puedes perturbar el sistema del que formas parte, y que compartes con el resto de seres humanos, ¿pero es realmente posible creer ciegamente en ello?
Siempre he tenido este tipo de reflexiones péndulo que viajan del sí a la negativa, del oscuro a lo invisible, pero todo cobra una nueva dimensión cuando mientras escribes sin pensar, relees las últimas palabras escritas. Es cuando te has dado cuenta de que en conjunto todo eso que tu mente ha encarcelado durante años debe tener algún sentido. Todo ha evolucionado, ya nada tiene que ver lo que empecé con lo que crece en la pantalla de mi ordenador.
No soy yo, no es ahora, no es nada...
Es fascinante redescubrir lo que estaba escondido detrás de todas esas frases hechas, discursos preelaborados y párrafos escritos por recuerdos de otras personas. Es precisamente ahora que lo que escribo se hace más y más similar a lo que soy en realidad, cuando me doy cuenta de que el que escribe o lo que se escribe anda ya lejos de lo que he sido o de lo que seré.
Deseo que no importen los demás, creo que si no me importan a mi, yo no les importaré a ellos. No puedo obviar el que los demás sufran, es como si me importara de reojo. De hecho muchas veces he cometido la insensatez de sentirme responsable. Sentirse responsable de algo así es por definición una conducta estúpida. Es como si necesitaras pensar que disparaste primero en una guerra para oponerte a ella. Solo somos responsables de nosotros mismos, pero nos encanta o me encanta si así lo elegís, pensar en que tu eres la causa de las lágrimas de aquella chica que llora en el parque, de la pesadumbre del muchacho que vivía en el primer piso y no hablaba con nadie...Nos gusta sentirnos mal con nosotros mismos por las cosas que les pasan a los demás, incluso sin conocerlos, porque así es mucho más fácil ser partícipes de esa empatía que nos han impuesto como norma moral, y porque así justificamos el hecho de tener que hacer algo por los demás. ¿Somos así? ¿Es que realmente necesitamos un motivo para echarnos un cable?
Necesito recordar que he hecho cosas de las que no me siento orgulloso, necesito tener en mi mente a todas esas personas a las que infligí algún daño, si es que realmente pudiéramos concluir que disponemos de ese poder, me hace falta llorar por esas personas que lloraron en mi presencia o en mi ausencia. Digo que no quiero, no quiero pasar por ese mal trago.
Mentirse a uno mismo es un recurso divertido para atesorar momentos de un doble cariz negativo. Por un lado decepcionarte por engañarte, o al menos intentarlo, y por otro descubrir que la verdad que tratas de ocultarte se hace dolorosa, en cierta medida porque ha de serlo para cumplir su función.
No me sois indiferentes, siento si en este sistema al que nos gusta aferrarnos soy el responsable de algo poco positivo que os haya ocurrido. No me sois indiferentes, pero fingir que los sois me aproxima a vuestra indiferencia. Os recuerdo a todos, a veces he soñado con vosotros, a veces mis ojos se perdieron mirando al vacío mientras me fustigaba por haber estado donde no tenía que estar, muchas veces he llorado haciéndoos venir a mi memoria.
Es no saber por qué se conecta lo que sienten los demás con lo que siento yo, es esa extraña sensación que me embarga al pensar que algo que escapa a mi control, que ocurre y no puedo entender cómo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario