viernes, 4 de noviembre de 2011

23

El suelo está frío, y la manta de mi cama a ras de suelo no cubre mis pies a primera hora de la mañana. He visto el amanecer varias veces hoy, tantas como he abierto y he cerrado los ojos, pero he seguido tumbado de la forma no más confortable en el mundo. El día está nublado, como muchos otros en este otoño sumido en el cambio hacia el invierno. Me acompaña un silencio de casa inhabitada, una luz tenue de un día encapotado y el desorden más absoluto...Es un día más, entre todos los días que dejamos consumirse para llegar a un final que no conocemos.
Recuerdo con mucho cariño las caras de muchas personas que pasan por mi vida. Todos los días tengo en mi cabeza que hay gente que me ha enseñado tanto, incluso en contra de su voluntad, que no me queda más que agradecer eternamente que me auparan hacia el siguiente peldaño. Recuerdo tambien que en las incontables versiones de mi, he agraviado, y me reconforta solicitar indulto a la vez que ofrecer agradecimiento por haber sido una parada más en un camino que aun se insinúa largo y desconcertante.
Gracias a todos esos puntos que iluminan el viaje, somos de alguna manera todos ellos, somos nosotros...soy yo.
No se absolutamente nada. Intento respirar mientras encajo las piezas de este bonito rompecabezas de manera que cuando una leve brisa tire y deshaga todo lo que he construido, pueda seguir respirando, y reconstruyendo o creando algo diferente. Trato de hallar el equilibrio conmigo, trato de no representar a esa pieza imposible del rompecabezas. Intento fluir con las caprichosas ocurrencias del devenir, aunque en ocasiones resulte dificil.
Me gusta pensar que estoy muy lejos de conseguir acariciar el equilibrio y que aún así cada paso que doy hacia o entorno al mismo, me lleva a otro equilibrio. Sin duda pasamos muy cerca de ese punto 0 muchas veces mientras formamos parte de la vida, pero huimos de él para acercarnos a peligrosos y atractivos desequilibrios que no hacen sino motivar la búsqueda de un lugar en el que nunca acabamos de estar.
He dejado que me enseñaran, al fin, que somos nosotros quienes marcamos los ritmos, que decidimos que cara le ponemos a lo que nos ocurre y lo que nos ocurre nos responde siempre de algún modo en el mismo sentido. Hace ya algún tiempo que he dejado de contemplar, para participar; he dejado de exigir para ofrecer y eso es tan importante que día tras día hace posible un mundo nuevo en el que mi búsqueda no es tanto un fin, sino un medio para aproximarme a eso que quiero encontrar. Existir de esta manera me conduce no a no pensar en que ocurrirá mañana, sino a no temer lo que ocurrirá.


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